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Nuevos Desafíos: la Articulación entre los Ciclos Educativos

El final de cada ciclo educativo es un momento importante para los alumnos, las familias y las instituciones. Los cambios que se experimentan en estas transiciones de ciclo, generan en la vida de los estudiantes momentos de cierta tensión. Los protagonistas de estos momentos se enfrentan a diferentes instancias académicas y sociales. Es el período de tiempo en que un alumno vive una serie de eventos que implican la culminación de un ciclo y el pasaje al nivel siguiente.

Algunas ideas a considerar en esta etapa:

Prepararse para estas transiciones es responsabilidad de todos los involucrados ya que se le deben asegurar al alumno varios aspectos:

– brindar la información necesaria sobre el nuevo ciclo para acotar expectativas, y reducir el espacio de incertidumbres en beneficio de las certezas

– cuidar el impacto en las familias en cuanto a la forma de acompañar y habilitar

– potenciar los espacios de diálogo con referentes del nuevo ciclo.

Lo importante es acordar que en las «transiciones» las miradas deben estar centradas en el sujeto y sus decisiones.

¿Qué son las transiciones?

Según Gimeno (1997), la define como el momento y la experiencia de vivir la discontinuidad dentro de la natural multiplicidad, diversidad y la polivalencia del mundo social y cultural en que nos toca vivir cierto momento, o la experiencia y el momento de pasar, sin poder volver, de un estadio a otro, de un estado a otro diferente, de un nicho que superamos o que perdemos a otro diferente.

En definitiva, es el proceso que viven los alumnos y que debemos ayudar a que transcurra de manera positiva. Muchas veces se vive de manera tan intensa que termina afectándolos al menos temporalmente.

Algunos autores como Álvarez y Pareja (2011) citan varias etapas en la transición que van desde la preparación para el cambio, el cambio mismo, el transcurrir del cambio y la adaptación que cierra el proceso de transición del alumno al nuevo ciclo. En las tres primeras se hace necesario que los que ya transcurrieron estas etapas orienten y colaboren para que emocionalmente cada alumno pueda posicionarse de otra manera.

El rol de las Instituciones

Las instituciones deben generar a través de sus gestores, estrategias que tanto preparen el escenario educativo para el cambio como habiliten la adaptación. Es importante que todos los involucrados tengan en claro que son momentos donde debemos colaborar para que las fortalezas de cada estudiante se desplieguen y estemos preparados y sepamos que el crecer y el enfrentarse a desafíos más complejos o a situaciones de mayor responsabilidad, implica frustraciones, temores, señales de inestabilidad y muchos nuevos y emocionantes momentos por vivir.

Es muy valioso estar atentos a las necesidades e inquietudes del alumnado habilitando espacios de diálogo o discusión de determinados aspectos, desde una visión realista y sin falsas expectativas. Invitar a conocer el nuevo ciclo, sus espacios, los adultos que lo habitan de tal forma de empezar a apropiarse del nuevo espacio. La propuesta puede ser abierta o a través de una propuesta lúdica según el nivel etario.

Los docentes y la metodología

Desde los docentes y la institución toda hay variados aspectos administrativos que deben contemplarse, el pasaje de información más allá de informes académicos donde se explicite el rendimiento del alumno, sus características y el apoyo familiar, la forma de socializar y la forma de posicionarse de acuerdo a su historia escolar.

Es importante adaptar las metodologías durante los primeros meses del año para facilitar los nuevos aprendizajes. Incrementar el seguimiento personalizado especialmente en aquellos alumnos con mayor riesgo de exclusión social y académica. Introducir paulatinamente las pautas, hábitos y rutinas del nuevo ciclo.

Para ayudar a la adaptación deben priorizarse las acciones e intervenciones educativas dirigidas a cohesionar el grupo clase y establecer fluidos canales de comunicación con las familias para formar un equipo de acompañamiento.

Un entorno nuevo

Las transiciones de ciclo enfrentan a todos los involucrados a desafíos personales y colectivos, donde se debe dar lugar para que la contención y la generación de los espacios de seguridad y confianza aporten a las certezas que necesitan los estudiantes.

Cuanto menor es la edad de los alumnos crece el protagonismo de los adultos de referencia quienes tienen la responsabilidad de orientar en este proceso desde el lugar de transmitir una visión de la realidad ya que el cambio implica dudas y nerviosismo. Evitar los cambios abruptos favorece al niño con emociones positivas. Es fundamental considerar que, si un niño logra una transición exitosa, se siente motivado y emocionalmente disponible para el aprendizaje.

Las transiciones en la Educación Secundaria

En niveles superiores las variables de incidencia son otras, tiene otra fuerza la duda sobre si la elección de una opción tiene un corte definitivo o puede ser revisada, la visión de futuro y de decisiones que implican cambios en la vida adulta.

Transitar, avanzar, enfrentar otros escenarios es parte de la vida académica de los estudiantes sea cual sea su edad.

CONTAGIAR-VALORES

Contagiar Valores

Somos una cultura predominantemente extravertida. La comunicación “hablada”, las palabras, tienen un valor extraordinario. Sin embargo, el mundo de los valores pertenece al mundo de las vivencias. No se trata de hablar de valores; se trata de vivir valores. La educación en valores no tiene que ver con hablar de valores. El impacto, la génesis, de un valor tiene que ver con la experiencia vivida. Nuestros hijos no aprenden de lo que les decimos; aprenden de nuestra vida. Nos miran y observan sin que nos demos cuenta. Aprenden de cómo vivir una crisis, de nuestra actitud ante el trabajo, de cómo transitar un sufrimiento, de lo que es valioso o de cómo se expresan los afectos, simplemente “mirando”. El modelo ante el cual se construyen (nos guste o no) somos nosotros en situación vital.

Muchos conocerán esta historia india: “A la luz de la fogata un anciano indio les hablaba a sus nietos. “En el corazón del ser humano hay dos lobos enfrentados que luchan. Uno representa la bondad, la solidaridad, la paciencia, la compasión; el otro representa la maldad, el egoísmo, la intranquilidad, la desconfianza. Uno de los nietos le preguntó: Abuelo, ¿cuál de los dos lobos vencerá? El viejo le contestó: El que yo alimente”.

Estos días, en las pocas salidas al supermercado o a la farmacia, observando a diversas personas, me acordé de la historia. Vi a personas embrutecidas y toscas abalanzarse sobre diversas mercaderías, buscando “salvarse” haciendo acopio desmedido de diversos productos. Y vi a personas, serenas, cordiales, que intentaban tranquilizar y decir palabras de esperanza y tranquilidad.

Las situaciones límite pueden activar en nosotros un gran potencial. Nos pueden invitar a salir de ellas más humanos y solidarios. O pueden sacar de nosotros lo menos digno.

Si sacan de nosotros lo mejor, estaremos viviendo esa pedagogía de valores que será la mejor herencia para nuestros hijos. Si alguna vez, en un futuro, les toca vivir algo similar, tendrán un patrón, una guía, una brújula.

La solidaridad en su etimología remite al que se une a la causa de todos, a una causa común. Y refiere también a un adjetivo en latín “solidus” que expresa la cualidad de lo sólido, firme, compacto. El sociólogo y filósofo Zygmund Bauman definía a este tiempo histórico desde su condición “líquida” (vida líquida, amor líquido). Refería a que todo se vuelve inconsistente, pasajero, inestable, precario.

Si este tiempo nos encuentra ubicados en la trinchera de la causa común, solidaria, nuestra vida se vuelve más compacta, sólida, consistente. Y así pasaremos hacia adelante, la posta a nuestros hijos.

Ojalá podamos contagiar ese virus.

ALGUNOS-PLURALES-POSIBLES-EN-TIEMPO-DE-PANDEMIA

Algunos plurales posibles en tiempos de pandemia

Ante la búsqueda de un artículo de un especialista que explique qué hacer con su hijo o hija adolescente en tiempos de pandemia, nos resulta más acertado pensar en pluralidades.

Estamos profundamente convencidos de que no hay recetas posibles, no hay indicaciones que nos aseguren resultados exitosos aunque las sigamos al pie de la letra. Lo que sí podemos intentar aquí es una reflexión conjunta, invitarlos a pensar y cuestionarnos algunas cosas que estamos atravesando.

Hay una conclusión a la que sí pudimos llegar y es que no podemos hablar de La Pandemia, El Aislamiento, La Adolescencia. No hay una única forma de vivir este momento histórico; es una vivencia individual y subjetiva atravesada por nuestras condiciones concretas de existencia. De esta manera, entendemos que este período de aislamiento no lo experimentará igual un joven de Montevideo con un cuarto donde tiene una computadora, que uno que tiene compartir el espacio de clase virtual con cuatro hermanos y un solo dispositivo. Evidentemente, no será lo mismo para una adolescente que perdió a un familiar cercano a causa del COVID que para aquel cuyos seres queridos están sanos y vivos. Una familia que atraviesa la preocupación por la pérdida de una fuente de trabajo tendrá preocupaciones distintas a otra familia que sus ingresos se han mantenido estables. Todo esto impacta directamente en la vivencia del adolescente o la adolescente que vive en esa casa.

Cada familia transitará este momento de acuerdo a sus posibilidades y es fundamental ser respetuosos de las mismas. Esta pandemia se atraviesa como se puede; a veces muy lejos de como se quiere.

Necesidad de abri un paréntesis

El inicio de este tiempo en casa implicó que pudiéramos abrir un paréntesis en algunas cuestiones que fue necesario habilitar. Quizás previo al 13 de marzo de 2020 nos hubiésemos escandalizado si alguien nos decía que su hijo jugaba con la PlayStation hasta altas horas de la madrugada un martes o que nuestra hija iba a estar mirando una serie en Netflix más de cuatro horas seguidas. Hoy, en mayo de 2021, podemos problematizarlo. En tiempos de pandemia, fue imprescindible que habilitáramos cosas porque teníamos que cortar tantas otras. Hubo que dar algunos SÍ para que los NO fueran fuertes y claros. No se puede entrar a un comercio sin tapabocas, no podemos festejar cumpleaños, no podemos viajar, no podés ir a bailar. Es optimista pensar que en algún momento podamos cerrar ese paréntesis y que se puedan restablecer algunos límites que fueron modificados por adaptabilidad y acomodación al nuevo escenario.

Intimidad

La hiperconvivencia extrema, el hecho de estar todo el tiempo todos juntos nos ha hecho perder espacios de intimidad. Nadie puede poner en duda que el rol de las intituciones educativas va mucho más allá de la función pedagógica. En el colegio además de aprender Biología e Historia, conozco gente, me hago amigos, paso gran parte de mis días. Pero además, al ir al colegio el joven (también los niños y niñas) conquista nuevos espacios fuera de casa, íntimos, donde la familia no entra, y de este modo va construyendo nuevos terrenos de autonomía. Es así que se hace fundamental poder preservar el tiempo pedagógico como un tiempo de intimidad, obviamente atendiendo las necesidades específicas que pueda requerir cada estudiante.

Esta convivencia conlleva una paradoja. Pasamos muchas más horas juntos, pero esto no quiere decir que compartamos más actividades. Los adultos en casa están presentes, pero no siempre disponibles, y esto puede ser confuso para los más chicos. El año pasado un joven describía esta situación como “mis padres son como fantasmas; están y los veo pero no puedo hablarles ni pedirles nada”.

Validar las emociones

Durante estos tiempos de pandemia es bastante esperable que nuestras emociones fluctúen por todo el espectro. Al comienzo quizás nos pusimos contentos, pero a medida que pasó el tiempo se empezaron a hacer fuertes otras emociones como el miedo, el enojo por el encierro, la tristeza; y de ratos nos divertimos y nos ponemos contentos. Los cambios de estado de ánimo en la adolescencia son moneda corriente y, si a eso le agregamos una pandemia que nos hace estar encerrados, tenemos una combinación bastante explosiva. Entender a nuestros hijos, no minimizar lo que sienten, darles el espacio para poder expresar estos sentimientos, que aprendan a reconocerlos y los pongan en palabras, todo esto es un gran aprendizaje. Además, como adultos también transitamos distintas emociones, y a veces por no preocupar a nuestros hijos, hacemos de cuenta que “está todo bien” y terminamos negando algo que ellos perciben. De acuerdo a la edad que tengan y sin cargarlos de cosas que no pueden manejar, podemos contarles cómo nos sentimos; es esta una buena forma de incentivarlos a hacer lo mismo.

Algunas ideas

Por último, compartimos algunas posibles estrategias que tal vez no funcionen siempre para todas las familias, pero quizás puedan ser recursos que les sean útiles:

Ordenar el tiempo. Poder cortar con el tiempo de trabajo, desconectarnos.
Generar instancias de diálogo; charlar de lo que quieran mostrándose disponibles.
Crear propuestas que los incentiven a explorar distintas áreas, por ejemplo, hacer un concurso de cocina en casa, ver una película juntos, un campeonato de Trivial o algún otro juego de caja.
Hacer planes a corto plazo que sí podamos concretar, por ejemplo, el viernes cocinamos juntos algo rico o el domingo salimos a dar una vuelta en bicicleta.
Digámosles cosas que hemos descubierto de ellos, por ejemplo: qué bueno sos cocinando, qué rápido que resolviste la tarea de física, qué solidario que fuiste al quedarte cuidando a tu hermano o cómo te interesan los documentales vinculados a otras culturas. De esa forma los ayudamos a construir la imagen que tienen de sí mismos a partir de nuestra mirada como adultos.

Tengamos en cuenta que esto es transitorio.
Hoy no es siempre; estamos juntos.

Ana Buttazzoni
Lic. en Psicología