Hoy en día, la importancia de aprender idiomas para participar activamente de la construcción de este mundo globalizado e híper-conectado es incuestionable. Pero es también, y ante todo, una oportunidad de revalorizar nuestra propia cultura, acercándonos a otra que, por sus distintas maneras de representarse el mundo, nos interpela y nos ayuda a afirmarnos en nuestra propia identidad. Acercar a los niños a estas actitudes frente al aprendizaje de un idioma extranjero es una responsabilidad y un gran desafío para cualquier institución educativa.
Actualmente y por múltiples causas, el inglés es el idioma adoptado por la mayoría de los países como opción de aprendizaje de una segunda lengua y se ha ganado, a través de los años, el carácter de lingua franca global.
Cualquiera sea la lengua que hablemos, esta no es más –ni menos- que una de las más complejas y valiosas herramientas con las que contamos los sujetos para movernos en sociedad, para construir sociedad. Corolario de esta complejidad, son los desafíos que se le presentan a quién quiera embarcarse en la apasionante aventura de hacerlo.
Las oportunidades de exposición a la lengua
En nuestra sociedad hispanoparlante, son pocas las oportunidades que encontramos, fuera del contexto escolar, para utilizar la lengua inglesa. Debido a la globalización y el vertiginoso desarrollo y masificación de los medios de comunicaciones, hoy los sujetos cuentan con abundantes oportunidades de exponerse al idioma inglés. Principalmente, de escucharlo o leerlo. Sin embargo, pocas son aquellas oportunidades en las que los mismos pueden poner en juego sus conocimientos para expresarse tanto oralmente como por escrito.
Por eso resulta fundamental que en el ámbito escolar se ofrezca a los aprendientes la oportunidad de expresarse. La posibilidad de construir su oralidad poniendo en juego sus hipótesis sobre el funcionamiento de la lengua en situaciones comunicativas y significativas para ellos. Estas oportunidades se verán enriquecidas si el cuerpo docente que los acompaña en el proceso adopta un abordaje dialógico (Alexander, 2004), en el que la interacción sea el centro mismo del proceso de aprendizaje. Esta interacción asistida por el docente en su rol de experto, ayudará al aprendiente a generar los recursos lingüísticos necesarios para comunicarse oralmente con eficiencia.
Entre la fluidez y la precisión
A hablar se aprende hablando y a escribir se aprende escribiendo. Para el aprendizaje de una segunda lengua, como para cualquier tipo de aprendizaje, es necesario generar un clima de trabajo en el que el aprendiente se sienta respetado y valorado en su hacer o en su decir. Ofrecer las oportunidades de expresarse y ofrecer una escucha paciente y colaborativa donde el error se tome con naturalidad y humor, es una condición sine qua non para generar en el sujeto el deseo de utilizar la lengua. Es este clima de trabajo y las oportunidades ofrecidas, las que generan las condiciones para desarrollar fluidez en el uso de la lengua.
Si bien la fluidez es vital para la expresión, la búsqueda de precisión en el uso de las formas lingüísticas también debería guiar el proceder docente en su rol de mediador entre el aprendiz y el conocimiento. Es por esta razón que la reflexión metalingüística debería ocupar un rol fundamental en las aulas de enseñanza del inglés. La capacidad de nombrar estructuras lingüísticas nos da la posibilidad de reflexionar sobre ellas, sobre la manera en la que los usuarios competentes las manejan para obtener lo que desean de una situación comunicativa.
Un abordaje que entienda que aprender un idioma y perfeccionarse en él es ir ampliando nuestro repertorio lingüístico para ganar en independencia y exigir cada vez menos de la asistencia de nuestros interlocutores para expresar nuestras ideas, será un abordaje que valore en el uso de esta lengua tanto la precisión como la fluidez.
Una ortografía poco transparente
Uno de los mayores desafíos de aprender inglés es la adquisición de la lectoescritura en la lengua meta. A diferencia del español, el inglés tiene una ortografía muy poco transparente, la relación entre la grafía de una palabra y su enunciación verbal es muy poco regular y, por lo tanto, muy poco predecible. La escritura de las palabras no ayuda a predecir su pronunciación; la pronunciación de las mismas poco indica la manera en la que deben escribirse.
Esto es, debemos aprender, por cada palabra, dos registros, uno oral –pronunciación- y uno escrito.
Esta característica de la lengua es un gran desafío para los aprendientes. La máxima exposición a la lengua, tanto oral como escrita, la lectura en voz alta – modelada y asistida-, la lectura conjunta y todo juego que ronde en torno a la revisión de palabras serán fundamentales para que el sujeto adquiera la lectoescritura en inglés y alcance una velocidad lectora que redunde en una mejor comprensión de los textos.
Entre la madurez cognitiva y los recursos lingüísticos
Aquellos quienes deciden aprender inglés como lengua extranjera, se acercan a dicho aprendizaje dominando otra lengua, su lengua madre. Su madurez cognitiva les da acceso a pensamientos complejos que el buen manejo de su lengua materna les ayuda a vehiculizar, comprender o transmitir. Otro es el caso de las ideas con las que, lingüísticamente, puede operar en la lengua que está aprendiendo.
Muchas teorías didácticas tienden a simplificar los textos a los que exponen a los aprendientes en el supuesto de que esta es la mejor forma de ir acercándose al pensamiento complejo que solo vendrá una vez que los aprendientes manejen estructuras más complejas. Otras teorías lingüísticas y didácticas adoptan la opción contraria. Deciden concentrar su oferta de textos a abordar utilizando como principal criterio de elección la madurez cognitiva y los intereses de los aprendientes. De esta manera buscan los recursos para aceptar el reto de asistir al aprendiente en su intento de acceder a ellos trabajando sobre la complejidad ofreciendo recursos y estrategias para lidiar con ella.
De lo cotidiano a lo académico
La habilidad para manejar registros lingüísticos es un desafío para todo niño, incluso en su lengua materna. Es un proceso que tiene que ver con el desarrollo y la madurez cognitiva pero que debe estar, también, asistido por la oferta educativa y lingüística que las instituciones realizan. Brindar oportunidades de que los niños trabajen y reflexionen en clase sobre contenidos científicos y literarios debería ser una preocupación para toda escuela que pretenda formar usuarios competentes tanto en lengua materna como en una segunda lengua. Trabajar con temas de ciencia acerca a los niños a las distintas formas de pensar, organizar y exponer los pensamientos que hacen a las distintas comunidades científicas.
La escuela es, en este sentido, el mejor laboratorio lingüístico. Es el lugar en el que el niño experimenta con la lengua y ensaya maneras de ir aproximándose a la manera de pensar y expresarse que se aparta del “aquí y ahora” que supone lo cotidiano. Esta distancia le impulsará a desarrollar estrategias para hacer un uso del lenguaje más explícito, abstracto que le habilite a hacer referencia a contenidos que no están en su contexto más cercano.
A modo de conclusión
Varios son los desafíos que el aprendizaje de una lengua extranjera implica. Cualquier desafío se vuelve abordable y hasta disfrutable cuando se enfrenta de manera colectiva, cuando contamos con alguien que puede anticiparlo, ofrece la oportunidad de discutir la mejor manera de hacerle frente, acepta nuestros errores y nos ayuda a reformular nuestras hipótesis para mejor entender lo que nos pasa. El aprendizaje de una segunda lengua es un camino en el que vamos adquiriendo gradualmente las estrategias para volvernos cada vez más independientes de e nuestros interlocutores para expresar nuestras ideas con claridad. La oferta educativa que hagamos y el docente, como primer interlocutor paciente y entusiasta que acompaña al niño en este proceso, tendrán un rol destacado en este proceso.
Mira el vídeo: Proyecto Inglés