Este próximo fin de semana el Colegio será sede del XXII torneo Austral de Scrabble.
Alrededor de 45 jugadores y jugadoras de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay se encontrarán para disputar este torneo que es clasificatorio para el Mundial que se realizará a fines de noviembre en Costa Rica.
En Uruguay existe un Club de Scrabble, del que pueden encontrar información Facebook.
Para quien esté interesado en saber más sobre este maravilloso juego que conjuga estrategia, conocimientos lingüísticos, memoria, habilidades de cálculo y habilidades sociales, a continuación les dejamos una breve reseña histórica.
Y todo empezó cuando el arquitecto estadounidense Alfred Mosher Butts perdió su trabajo.
Eran tiempos de la Gran Depresión, una crisis que azotó la economía mundial durante la década de 1930, antes de la Segunda Guerra Mundial.
Butts no se quedó con los brazos cruzados.
La investigación pertenece a su sobrino-nieto, como todo lo relacionado con la historia del Scrabble.
El tesoro incluye una portada del New York Herald, uno de los diarios empleados por Butt para analizar la frecuencia con la que se usa cada letra del alfabeto.
Esa información le ayudó a decidir cuántas unidades de cada letra debía incluir su juego, así como cuántos puntos debía ganar el que la utilizara.
También se dice que se inspiró en un cuento que le leyeron de niño, «El escarabajo de oro» Edgar Allan Poe, en el que los protagonistas tenían que descifrar un criptograma para encontrar un tesoro.
Sea como fuere, Butts quiso crear un juego en el que el papel del azar fuera limitado, y en el que se potenciara la estrategia y el conocimiento.
Y es a esas características a las que debe Scrabble su popularidad atemporal.
Butts era aficionado al ajedrez, a los crucigramas y a los rompecabezas, y es innegable que eso influyó en Scrabble.
Así, en la primera versión que diseñó los jugadores debían formar palabras de nueve y diez letras.
Pero Butts siguió trabajando sobre esa versión preliminar. Le añadió un tablero con casillas en blanco y otras que hacían multiplicar la puntuación de las letras. También cambió el punto de partida del juego de un extremo al centro.
Su conejillo de indias fue su esposa Nina, quien había sido maestra suya en la escuela.
Quizá por eso siempre le ganó en su propio juego. Se dice que una vez logró 300 puntos con una sola palabra.
Con la versión mejorada, comenzaron a invitar a amigos y a vecinos a jugar a la iglesia metodista local.
Y resultó todo un éxito.
Para mediados de 1934 ya había vendido 84 unidades del juego, todas hechas a mano, a unos US$20 cada una.
Pero todos los grandes fabricantes lo rechazaron, y corrió la misma suerte cuando presentó una solicitud en la oficina de patentes.
Pronto la economía mejoró y Butts pudo recuperar su empleo en la firma de arquitectura.
La historia pudo haber terminado ahí si no hubiera sido por James Brunot, un aspirante a emprendedor que se había hecho con una de las primeras versiones del juego de Butt, conocido entonces como Criss-Cross Words («palabras cruzadas»).
Cuando se jubiló en 1948, le propuso al arquitecto fabricar y vender su invento. Butts aceptó.
Los primeros años fueron de pérdidas. Pero en 1952 el presidente de los grandes almacenes neoyorquinos Macy’s presenció una partida de Scrabble mientras estaba de vacaciones en Florida, EE.UU.
Le gustó tanto, que Macy’s empezó a comprarles 6.000 unidades del juego a la semana.
Butts, por su parte, recibió US$265.000 en 1972, cuando la compañía Selchow & Righter, la misma que lo había rechazado años atrás, compró los derechos del juego a Brunot.
El emprendedor se hizo con US$1,3 millones, pero al inventor no pareció importarle.
El dinero que le correspondió fue suficiente para comprar la granja en la que vivió, en el estado de Nueva York, y fue allí donde murió, en 1993, a los 93 años.