Esta propuesta implica mover el eje de las prácticas educativas expositivas hacia un modelo de prácticas en las que el maestro indaga junto a los niños, guiándolos en su trayecto en la búsqueda de respuestas y de nuevas preguntas que activen sus deseos de aprender. Un maestro que es capaz de guiar hacia la investigación, hacia la reflexión y hacia la búsqueda de nuevas preguntas es un maestro que ha comenzado a comprender las necesidades del siglo XXI, es un maestro que ha comenzado a pensar-se, a sentir-se reflexionado sobre qué podemos enseñar y en qué sentido podemos –quizá debería decir “debemos”- educar a nuestros niños y jóvenes.
Pensarnos como docentes, pensarnos junto a las infancias
Como adultos somos cada día más conscientes del mundo de incertidumbres que nos rodea, no sabemos -por ejemplo- cuáles serán las profesiones que permitirán que nuestros hijos y nietos se desarrollen en el mundo del trabajo, no sabemos cómo será el mundo, en qué casas viviremos, cómo serán los autos, cuáles serán los perfiles que los directivos de las empresas preferirán a la hora de seleccionar personal, qué características tendrán los líderes mundiales, cómo será nuestra relación con los animales, cuáles serán los saberes necesarios para ser competente y por sobre todo cuáles serán los saberes necesarios para ser felices. Sabemos sí que hay muchas preguntas que –al igual que las anteriores- no sabemos responder. El mundo cambia a velocidad vertiginosa.
La educación no puede seguir siendo exclusivamente una fuente de información, sino que tiene que ofrecer a los niños oportunidades de desarrollarse creativamente para poder actuar en este mundo de incertidumbre que no es sólo futuro, sino también presente. Nuestros niños han crecido en este mundo incierto, necesitan que como adultos logremos cumplir con nuestro rol de guías para poder orientarlos y acompañarlos a desarrollar habilidades que les permitan una vida plena. Somos conscientes, entonces, que esas habilidades son diferentes que las que nosotros necesitamos en nuestra infancia y en nuestra juventud. La educación que ofrecemos, debe entonces incorporar estas nuevas infancias y adolescencias y debe dimensionar sus necesidades presentes y futuras. Ya no alcanza con lo que nosotros aprendimos, necesitan más y lo necesitan antes.
Nuevas infancias y adolescencias
Otra cosa que sabemos con certeza es que nuestros niños son diferentes a como éramos nosotros, manejan mucha información, la procesan diferente, se relacionan diferente entre ellos y con el mundo adulto, muchas veces viven mediados por pantallas, llenos de actividades, y tememos que no tengan la capacidad crítica necesaria para discernir y saber elegir entre la diversidad de opciones del mundo que nos circunda.
Sabemos también que a elegir se aprende eligiendo, que a pensar se aprende pensando, que para poder desarrollarnos tanto nosotros como las niñas y niños necesitamos pensar e intentar dar respuesta a preguntas como por ejemplo: ¿Qué tipo de persona quiero ser y en qué mundo quiero vivir?
El hecho de intentar dar respuesta a estas preguntas no puede ser un ejercicio para el futuro, sino que entendemos que se debe constituir como un ejercicio de construcción cotidiana desde el momento de la infancia y que la escuela debe estar activamente involucrada en esta construcción.
Dialogando juntos
Las comunidades de diálogo que se desarrollan en los espacios de Filosofía para Niños permiten que junto a sus compañeros cada niño, cada niña aprenda a escuchar, a esperar turno, a mirar a los ojos a quien está hablando. O sea, aprende a respetar desde un ejercicio ético activo. Cuando dialogamos necesitamos que nuestras ideas sean comprendidas, por lo tanto necesitamos expresarlas con claridad y necesitamos argumentar y explicitar la razón de nuestras afirmaciones. Así nos damos cuenta –además- que en el diálogo nos encontramos con la opinión diferente, encontramos la diversidad de ideas y comenzamos a darnos cuenta que pueden existir alternativas y opciones que no habíamos pensado, comenzamos a elegir.
Comenzamos a darnos cuenta que nuestras ideas adquieren fuerza y se potencian cuando son cuestionadas, aprendemos a pensarse. Por eso las comunidades educativas que filosofan se transforman en verdaderas comunidades de aprendizaje y de relacionamiento ético. Se aprende a ser éticos desde la práctica del respeto mutuo. Ponemos en juego las ideas, respetando las personas.
Desde estas prácticas damos coherencia al proyecto ya que como educadores, vamos concretando lo que les pedimos a nuestros niños: pensar juntos, de manera coordinada, respetuosa y en diálogo. Creemos que desde este lugar habitado por la coherencia entre la pedagogía y la ética, vamos tejiendo los sentidos que nos permitirán vivir mejor en un mundo de incertidumbres, creemos que pensándonos día a día como educadores no sólo podemos dar respuesta a la pregunta ¿Qué tipo de persona quiero ser y en qué mundo quiero vivir?, sino que también podemos hacer foco en ¿Qué tipo de docente quiero ser y en qué mundo quiero educar?
Filosofía en el Kennedy
Los espacios filosóficos con las infancias que se desarrollan en el Colegio Kennedy son maravillosas excepciones dentro de la educación uruguaya. Las maestras que se autodenominaron “Persensantes” constituyen una comunidad de diálogo que indaga sobre temáticas pedagógicas y didácticas para acercar a los niños cada semana momentos de profunda reflexión. Esto –que se dice tan fácil- implica que los docentes revisen sus prácticas habituales para poder ofrecer a los niños encuentros en los que a partir de variados recursos de carácter multicultural como son el arte, la narrativa, el juego, el cine y muchísimos otros; acompañan a los niños a través del diálogo en el desarrollo del pensamiento crítico, el pensamiento creativo y la reflexión ética.
Este proceso es guiado por docentes que se han formado en el desarrollo de las prácticas filosóficas. En el Colegio Kennedy he tenido la oportunidad de acompañar al grupo de las maestras “Persensantes” a lo largo de su formación en Filosofía para Niños y este año estoy además acompañando en la planificación y diseño de las actividades que realizan con los niños. Hemos desarrollado también dos salas con todos los maestros del Kennedy con el objetivo de que todos los maestros tengan una formación en Filosofía e Infancias y estén en condiciones de acompañar los procesos de los estudiantes.
Prof. Magister Laura Curbelo
Asesora Colegio Kennedy- Área de Filosofía para Niños